Así, que la ultraderecha llame a la agitación y rebelión -no solo social- contra esta investidura, entra dentro de lo esperado. Pero que el PP en pleno, con Feijóo al frente, reaccione con inusitada virulencia política y dialéctica, abrazando las tesis extremas y rupturistas de Aznar, Ayuso o Aguirre, es muy preocupante. Siguiendo las consignas más radicales del entorno mediático, económico y social conservador, la ultraderecha y parte del PP han convocado o participado en movilizaciones y escraches en donde los más radicales han acabado imponiendo su simbología y consignas franquistas, nazis y anticonstitucionales -de las que no escapa ni el Jefe del Estado-, provocando agresiones, disturbios y ataques a las sedes socialistas. Aunque formalmente el PP haya optado por convocar otras movilizaciones y haya condenado parte de esos incidentes violentos -aunque responsabilizando a Sánchez de los mismos-, no deja de ser alarmante el grado de agresividad verbal, el cuestionamiento institucional, así como la proliferación de insultos y consignas denigratorias hacia Sánchez y el PSOE que se están produciendo también en sus concentraciones y pronunciamientos.
Lo descrito, junto con algunos manifiestos colectivos y corporativos auspiciados por el PP y VOX, está causando una lógica alarma social. En el Congreso del Partido Socialistas Europeo celebrado este sábado en Málaga, Pedro Sánchez ha pedido al PP "cordura y mesura", instando a Feijóo a que "deje de darse el abrazo del oso con la ultraderecha", contraponiendo a ello "la capacidad del PSOE de alcanzar acuerdos con todas las fuerzas políticas excepto con VOX" a la par que ha condenado la ola de violencia extrema desatada contra nuestro partido., comprometiéndose "a gobernar para todos los españoles, dando prioridad a las políticas sociales".