La victoria del Partido Demócrata en las elecciones presidenciales norteamericanas, de la mano de la dupla formada por Joe Biden y Kamala Harris, ha proporcionado una enorme alegría no ya a los votantes progresistas de Estados Unidos, sino a los de todo el mundo, que veían con creciente preocupación la deriva ultraconservadora y populista de Donald Trump. Pocas veces se han visto escenas de júbilo popular en el país americano, como las que se están viviendo desde que este sábado se confirmara la victoria de Biden, algo que refleja bien a las claras la losa que la sociedad progresista y de izquierdas estadounidense ha padecido con su déspota mandatario.
Precisamente, el referente que en tantos aspectos imprime la política norteamericana en todo el mundo, ha hecho que buena parte de la población mundial, y no solo la de ideas progresistas, sienta un inmenso alivio al ver a Trump fuera de la Casa Blanca. El que ha sido lamentable referente populista para tantos otros políticos de distintos países, se ha revelado como una auténtica rémora antidemocrática, y no hay más que ver el comportamiento y las actitudes que durante su mandato, esta campaña y al ir conociéndose el recuento electoral en su país, ha venido manteniendo, al igual que buena parte de sus seguidores.
Ahora, además de confiar en que fracasen rápidamente los patéticos intentos de Trump por aferrarse a un poder que las urnas le han negado, el presidente electo Biden deberá actuar con la templanza y firmeza necesarias para superar, lo más pronto posible, el preocupante legado ultra, autoritario y de división en que Trump ha sumido a la primera potencia democrática mundial.