Que la derecha nunca había asumido la pérdida del poder, quedó claro desde el mismo momento en que Pedro Sánchez llegó a la presidencia del gobierno de España. La elección de Pablo Casado al frente del PP y la irrupción de Vox en el panorama institucional no han hecho sino radicalizar el espectro político conservador, arrastrando también a Ciudadanos a una alocada carrera por ver quién es capaz de mantener una oposición más radical y populista en contra del PSOE, haciendo uso de la irresponsabilidad, la mentira y el insulto a partes iguales, con tal de lograr sus propósitos electorales.
El solapamiento del debate presupuestario con el comienzo del juicio contra los políticos independentistas que violentaron la legalidad democrática, ha provocado que los partidos nacionalistas catalanes finalmente unan sus votos a los de la derecha para rechazar los presupuestos generales del Estado socialistas, dando así paso a una inevitable cita con las urnas el próximo 28 de abril, según hoy mismo ha anunciado Pedro Sánchez.
Resulta esclarecedor que, una vez más, el secesionismo elija la patria antes que el progreso y anteponga sus inasumibles reivindicaciones identitarias a toda la batería de medidas progresistas que el presupuesto del gobierno socialista recogía (aumento de un 60% en dependencia, 670 millones para el empleo juvenil, ayudas a parados mayores de 52 años, incremento del permiso de paternidad, disminución tasas universitarias, fin de los copagos, bajada IVA productos higiene femenina, mejora financiación CCAA, etc).´
El PSOE, de la mano de Pedro Sánchez, ha luchado por recuperar y mejorar los derechos sociales perdidos con el PP, trabajar por la igualdad y buscar una salida institucional dialogada y legal para Ctaluña. Algo que, a lo que se ve, la derecha y los independentistas rechazan por igual. Las urnas tendrán la última palabra.